domingo, 22 de enero de 2017

Coronilla de la Divina Misericordia

Se comienza rezando un Padrenuestro, un Avemaría y un Credo de los Apóstoles.

A continuación, con un rosario, se rezan las cinco decenas. Cada decena (cuentas grandes) se comienza diciendo:

Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, para el perdón de nuestros pecados y del mundo entero.

En cada decena (cuentas pequeñas) se repite diez veces:

Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Al finalizar las cinco decenas de la coronilla, se dice tres veces:

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero.

Oración final:

Oh, Sangre y Agua que brotaste del Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.
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El Señor le reveló a Santa Faustina Kowalska esta oración y le dijo que rezara incesantemente esta coronilla que le había enseñado. Quienquiera que la rece recibirá gran misericordia a la hora de la muerte.

"A las almas que recen esta coronilla, Mi misericordia las envolverá en vida y especialmente a la hora de la muerte".

"Oh, qué gracias más grandes concederé a las almas que recen esta coronilla; las entrañas de Mi misericordia se enternecen por quienes rezan esta coronilla".

"Escribe: cuando recen esta coronilla junto a los moribundos, me pondré entre el Padre y el alma agonizante no como el Juez justo, sino como el Salvador misericordioso".

La Coronilla de la Divina Misericordia debe rezarse, preferentemente, a las tres de la tarde, hora de la Misericordia (momento en el que falleció Nuestro Señor Jesucristo para luego resucitar y vencer a la muerte al tercer día).

A continuación pueden rezarse las Letanías a la Divina Misericordia.

Véase también la Oracion para alcanzar gracias por medio de Sor Faustina Kowalska.

domingo, 1 de enero de 2017

Somos un pueblo que camina


Somos un pueblo que camina
y juntos caminando podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,

sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.

Somos un pueblo que camina,
que marcha por el mundo buscando otra ciudad.
Somos errantes peregrinos
en busca de un destino, destino de unidad.

Siempre seremos caminantes,
pues solo caminando podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.

Somos un pueblo que camina
y juntos caminando podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,

sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.

Sufren los hombres, mis hermanos,
buscando entre las piedras la parte de su pan.
Sufren los hombres oprimidos,
los hombres que no tienen ni pan ni libertad.

Sufren los hombres, mis hermanos,
mas Tú vienes con ellos y en ti alcanzarán
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.

Somos un pueblo que camina
y juntos caminando podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,

sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.

Danos valor para la lucha,
valor en las tristezas, valor en nuestro afán.
Danos la luz de tu Palabra,
que guíe nuestros pasos en este caminar.

Marcha, Señor, junto a nosotros,
pues solo en tu Presencia podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.

Somos un pueblo que camina
y juntos caminando podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,

sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.

Dura se hace nuestra marcha,
andando entre las sombras de tanta oscuridad.
Todos los cuerpos desgastados,
ya sienten el cansancio de tanto caminar.

Pero tenemos la esperanza
de que nuestras fatigas al fin alcanzarán
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.

Somos un pueblo que camina
y juntos caminando podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,

sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.
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Es una canción de Emilio Vicente Mateu.