sábado, 31 de diciembre de 2016

Oración al Papa San Silvestre I


Socorre, Señor, a tu pueblo que se acoge a la intercesión del Papa san Silvestre Primero, para que, pasando esta vida bajo tu pastoreo, pueda alcanzar en la gloria la vida que no acaba.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

----------
San Silvestre (Roma 270-335), fue Papa desde el 31 de enero de 314 hasta el 31 de diciembre de 335.

Fue el primer Papa que no murió mártir, desarrolló una intensa actividad benéfica y mantuvo la defensa de la ortodoxia frente a las herejías. Durante su pontificado se celebró el famoso Primer Concilio de Nicea.

La festividad se San Silvestre se celebra el último día del año: 31 de diciembre.

martes, 6 de diciembre de 2016

Al atardecer de la vida



Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.
Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.

Si ofrecí mi pan al hambriento,
si al sediento di de beber,
si mis manos fueron sus manos,
si en mi hogar le quise acoger.

Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.
Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.

Si ayudé a los necesitados,
si en el pobre he visto al Señor,
si los tristes y los enfermos
me encontraron en su dolor.

Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.
Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.

Aunque hablara miles de lenguas,
si no tengo amor nada soy,
aunque realizara milagros,
si no tengo amor nada soy.

Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.
Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.

Venid, benditos de mi Padre,
tuve hambre y me disteis de comer
estaba solo y me acompañaste
estaba triste y me alegrasteis
estaba feliz y sonreísteis conmigo.
Venid, benditos de mi Padre.

Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.
Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Credo del Pueblo de Dios



Unidad y Trinidad de Dios


Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Creador de las cosas visibles —como es este mundo en que pasamos nuestra breve vida— y de las cosas invisibles —como son los espíritus puros, que llamamos también ángeles— y también Creador, en cada hombre, del alma espiritual e inmortal.

Creemos que este Dios único es tan absolutamente uno en su santísima esencia como en todas sus demás perfecciones: en su omnipotencia, en su ciencia infinita, en su providencia, en su voluntad y caridad. Él es el que es, como él mismo reveló a Moisés (cf. Ex 3,14), él es Amor, como nos enseñó el apóstol Juan (cf. 1Jn 4,8) de tal manera que estos dos nombres, Ser y Amor, expresan inefablemente la misma divina esencia de aquel que quiso manifestarse a sí mismo a nosotros y que, habitando la luz inaccesible (cf. 1Tim 6,16), está en sí mismo sobre todo nombre y sobre todas las cosas e inteligencias creadas. Solo Dios puede otorgarnos un conocimiento recto y pleno de sí mismo, revelándose a sí mismo como Padre, Hijo y Espíritu Santo, de cuya vida eterna estamos llamados por la gracia a participar, aquí, en la tierra, en la oscuridad de la fe, y después de la muerte, en la luz sempiterna. Los vínculos mutuos que constituyen a las tres personas desde toda la eternidad, cada una de las cuales es el único y mismo Ser divino, son la vida íntima y dichosa del Dios santísimo, la cual supera infinitamente todo aquello que nosotros podemos entender de modo humano.

Sin embargo, damos gracias a la divina bondad de que tantísimos creyentes puedan testificar con nosotros ante los hombres la unidad de Dios, aunque no conozcan el misterio de la Santísima Trinidad.

Creemos, pues, en Dios, que en toda la eternidad engendra al Hijo; creemos en el Hijo, Verbo de Dios, que es engendrado desde la eternidad; creemos en el Espíritu Santo, persona increada, que procede del Padre y del Hijo como Amor sempiterno de ellos. Así, en las tres personas divinas, que son eternas entre sí e iguales entre sí, la vida y la felicidad de Dios enteramente uno, abundan sobremanera y se consuman con excelencia suma y gloria propia de la esencia increada; y siempre hay que venerar la unidad en la trinidad y la trinidad en la unidad.

Cristología

Creemos en nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. Él es el Verbo eterno, nacido del Padre antes de todos los siglos y consustancial al Padre, u homoousios to Patri; por quien han sido hechas todas las cosas. Y se encarnó por obra del Espíritu Santo, de María la Virgen, y se hizo hombre: igual, por tanto, al Padre según la divinidad, menor que el Padre según la humanidad, completamente uno, no por confusión (que no puede hacerse) de la sustancia, sino por unidad de la persona.

Él mismo habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Anunció y fundó el Reino de Dios, manifestándonos en sí mismo al Padre. Nos dio su mandamiento nuevo de que nos amáramos los unos a los otros como Él nos amó. Nos enseñó el camino de las bienaventuranzas evangélicas, a saber: ser pobres en espíritu y mansos, tolerar los dolores con paciencia, tener sed de justicia, ser misericordiosos, limpios de corazón, pacíficos, padecer persecución por la justicia. Padeció bajo Poncio Pilato; Cordero de Dios, que lleva los pecados del mundo, murió por nosotros clavado a la cruz, trayéndonos la salvación con la sangre de la redención. Fue sepultado, y resucitó por su propio poder al tercer día, elevándonos por su resurrección a la participación de la vida divina, que es la gracia. Subió al Cielo, de donde ha de venir de nuevo, entonces con gloria, para juzgar a los vivos y a los muertos, a cada uno según los propios méritos: los que hayan respondido al amor y a la piedad de Dios irán a la vida eterna, pero los que los hayan rechazado hasta el final serán destinados al fuego que nunca cesará.

Y su Reino no tendrá fin.

El Espíritu Santo

Creemos en el Espíritu Santo, Señor y vivificador que, con el Padre y el Hijo, es juntamente adorado y glorificado. Que habló por los profetas; nos fue enviado por Cristo después de su resurrección y ascensión al Padre; ilumina, vivifica, protege y rige la Iglesia, cuyos miembros purifica con tal que no desechen la gracia. Su acción, que penetra lo íntimo del alma, hace apto al hombre de responder a aquel precepto de Cristo: sed perfectos como también es perfecto vuestro Padre celeste (cf Mt 5,48).

Mariología

Creemos que la Bienaventurada María, que permaneció siempre Virgen, fue la Madre del Verbo encarnado, Dios y Salvador nuestro, Jesucristo y que ella, por su singular elección, en atención a los méritos de su Hijo redimida de modo más sublime, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original y que supera ampliamente en don de gracia eximia a todas las demás criaturas.

Ligada por un vínculo estrecho e indisoluble al misterio de la encarnación y de la redención, la Beatísima Virgen María, Inmaculada, terminado el curso de la vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste, y hecha semejante a su Hijo, que resucitó de los muertos, recibió anticipadamente la suerte de todos los justos; creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo, por el que contribuye para engendrar y aumentar la vida divina en cada una de las almas de los hombres redimidos.

Pecado original

Creemos que todos pecaron en Adán; lo que significa que la culpa original cometida por él hizo que la naturaleza, común a todos los hombres, cayera en un estado tal en el que padeciese las consecuencias de aquella culpa. Este estado ya no es aquel en el que la naturaleza humana se encontraba al principio en nuestros primeros padres, ya que estaban constituidos en santidad y justicia, y en el que el hombre estaba exento del mal y de la muerte. Así, pues, esta naturaleza humana, caída de esta manera, destituida del don de la gracia del que antes estaba adornada, herida en sus mismas fuerzas naturales y sometida al imperio de la muerte, es dada a todos los hombres; por tanto, en este sentido, todo hombre nace en pecado. Mantenemos, pues, siguiendo el Concilio de Trento, que el pecado original se transmite, juntamente con la naturaleza humana, por propagación, no por imitación, y que se halla como propio en cada uno.

Creemos que nuestro Señor Jesucristo nos redimió, por el sacrificio de la cruz, del pecado original y de todos los pecados personales cometidos por cada uno de nosotros, de modo que se mantenga verdadera la afirmación del Apóstol: donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (cf. Rom 5,20).

Confesamos creyendo un solo bautismo instituido por nuestro Señor Jesucristo para el perdón de los pecados. Que el bautismo hay que conferirlo también a los niños, que todavía no han podido cometer por sí mismos ningún pecado, de modo que, privados de la gracia sobrenatural en el nacimiento nazcan de nuevo, del agua y del Espíritu Santo, a la vida divina en Cristo Jesús.

La Iglesia

Creemos en la Iglesia una, santa, católica y apostólica, edificada por Jesucristo sobre la piedra, que es Pedro. Ella es el Cuerpo místico de Cristo, sociedad visible, equipada de órganos jerárquicos, y, a la vez, comunidad espiritual; Iglesia terrestre, Pueblo de Dios peregrinante aquí en la tierra e Iglesia enriquecida por bienes celestes, germen y comienzo del reino de Dios, por el que la obra y los sufrimientos de la redención se continúan a través de la historia humana, y que con todas las fuerzas anhela la consumación perfecta, que ha de ser conseguida después del fin de los tiempos en la gloria celeste. Durante el transcurso de los tiempos el Señor Jesús forma a su Iglesia por medio de los sacramentos, que manan de su plenitud. Porque la Iglesia hace por ellos que sus miembros participen del misterio de la muerte y la resurrección de Jesucristo, por la gracia del Espíritu Santo, que la vivifica y la mueve. Es, pues, santa, aunque abarque en su seno pecadores, porque ella no goza de otra vida que de la vida de la gracia; sus miembros, ciertamente, si se alimentan de esta vida, se santifican; si se apartan de ella, contraen pecados y manchas del alma que impiden que la santidad de ella se difunda radiante. Por lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados, teniendo poder de librar de ellos a sus hijos por la sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo.

Heredera de las divinas promesas e hija de Abrahán según el Espíritu, por medio de aquel Israel, cuyos libros sagrados conserva con amor y cuyos patriarcas y profetas venera con piedad; edificada sobre el fundamento de los apóstoles, cuya palabra siempre viva y cuyos propios poderes de pastores transmite fielmente a través de los siglos en el Sucesor de Pedro y en los obispos que guardan comunión con él; gozando finalmente de la perpetua asistencia del Espíritu Santo, compete a la Iglesia la misión de conservar, enseñar, explicar y difundir aquella verdad que, bosquejada hasta cierto punto por los profetas, Dios reveló a los hombres plenamente por el Señor Jesús. Nosotros creemos todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o transmitida y son propuestas por la Iglesia, o con juicio solemne, o con magisterio ordinario y universal, para ser creídas como divinamente reveladas. Nosotros creemos en aquella infalibilidad de que goza el Sucesor de Pedro cuando habla ex cathedra y que reside también en el Cuerpo de los obispos cuando ejerce, con él mismo, el supremo magisterio.

Nosotros creemos que la Iglesia, que Cristo fundó y por la que rogó, es sin cesar una por la fe, y el culto, y el vínculo de la comunión jerárquica. La abundantísima variedad de ritos litúrgicos en el seno de esta Iglesia o la diferencia legítima de patrimonio teológico y espiritual y de disciplina peculiares no solo no dañan a la unidad de la misma, sino que más bien la manifiestan.

Nosotros también, reconociendo por una parte que fuera de la estructura de la Iglesia de Cristo se encuentran muchos elementos de santificación y verdad, que como dones propios de la misma Iglesia empujan a la unidad católica, y creyendo, por otra parte, en la acción del Espíritu Santo, que suscita en todos los discípulos de Cristo el deseo de esta unidad, esperamos que los cristianos que no gozan todavía de la plena comunión de la única Iglesia se unan finalmente en un solo rebaño con un solo Pastor.

Nosotros creemos que la Iglesia es necesaria para la salvación. Porque solo Cristo es el Mediador y el camino de la salvación que, en su Cuerpo, que es la Iglesia, se nos hace presente. Pero el propósito divino de salvación abarca a todos los hombres: y aquellos que, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, sin embargo, a Dios con corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, por cumplir con obras su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, ellos también, en un número ciertamente que solo Dios conoce, pueden conseguir la salvación eterna.

Eucaristía

Nosotros creemos que la misa que es celebrada por el sacerdote representando la persona de Cristo, en virtud de la potestad recibida por el sacramento del orden, y que es ofrecida por él en nombre de Cristo y de los miembros de su Cuerpo místico, es realmente el sacrificio del Calvario, que se hace sacramentalmente presente en nuestros altares. Nosotros creemos que, como el pan y el vino consagrados por el Señor en la última Cena se convirtieron en su cuerpo y su sangre, que en seguida iban a ser ofrecidos por nosotros en la cruz, así también el pan y el vino consagrados por el sacerdote se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo, sentado gloriosamente en los cielos; y creemos que la presencia misteriosa del Señor bajo la apariencia de aquellas cosas, que continúan apareciendo a nuestros sentidos de la misma manera que antes, es verdadera, real y sustancial.

En este sacramento, Cristo no puede hacerse presente de otra manera que por la conversión de toda la sustancia del pan en su cuerpo y la conversión de toda la sustancia del vino en su sangre, permaneciendo solamente íntegras las propiedades del pan y del vino, que percibimos con nuestros sentidos. La cual conversión misteriosa es llamada por la Santa Iglesia conveniente y propiamente transustanciación. Cualquier interpretación de teólogos que busca alguna inteligencia de este misterio, para que concuerde con la fe católica, debe poner a salvo que, en la misma naturaleza de las cosas, independientemente de nuestro espíritu, el pan y el vino, realizada la consagración, han dejado de existir, de modo que, el adorable cuerpo y sangre de Cristo, después de ella, están verdaderamente presentes delante de nosotros bajo las especies sacramentales del pan y del vino, como el mismo Señor quiso, para dársenos en alimento y unirnos en la unidad de su Cuerpo místico.

La única e indivisible existencia de Cristo, el Señor glorioso en los cielos, no se multiplica, pero por el sacramento se hace presente en los varios lugares del orbe de la tierra, donde se realiza el sacrificio eucarístico. La misma existencia, después de celebrado el sacrificio, permanece presente en el Santísimo Sacramento, el cual, en el tabernáculo del altar, es como el corazón vivo de nuestros templos. Por lo cual estamos obligados, por obligación ciertamente suavísima, a honrar y adorar en la Hostia Santa que nuestros ojos ven, al mismo Verbo encarnado que ellos no pueden ver, y que, sin embargo, se ha hecho presente delante de nosotros sin haber dejado los cielos.

Escatología

Confesamos igualmente que el reino de Dios, que ha tenido en la Iglesia de Cristo sus comienzos aquí en la tierra, no es de este mundo (cf. Jn 18,36), cuya figura pasa (cf. 1Cor 7,31), y también que sus crecimientos propios no pueden juzgarse idénticos al progreso de la cultura de la humanidad o de las ciencias o de las artes técnicas, sino que consiste en que se conozcan cada vez más profundamente las riquezas insondables de Cristo, en que se ponga cada vez con mayor constancia la esperanza en los bienes eternos, en que cada vez más ardientemente se responda al amor de Dios; finalmente, en que la gracia y la santidad se difundan cada vez más abundantemente entre los hombres. Pero con el mismo amor es impulsada la Iglesia para interesarse continuamente también por el verdadero bien temporal de los hombres. Porque, mientras no cesa de amonestar a todos sus hijos que no tienen aquí en la tierra ciudad permanente (cf. Heb 13,14), los estimula también, a cada uno según su condición de vida y sus recursos, a que fomenten el desarrollo de la propia ciudad humana, promuevan la justicia, la paz y la concordia fraterna entre los hombres y presten ayuda a sus hermanos, sobre todo a los más pobres y a los más infelices. Por lo cual, la gran solicitud con que la Iglesia, Esposa de Cristo, sigue de cerca las necesidades de los hombres, es decir, sus alegrías y esperanzas, dolores y trabajos, no es otra cosa sino el deseo que la impele vehementemente a estar presente a ellos, ciertamente con la voluntad de iluminar a los hombres con la luz de Cristo, y de congregar y unir a todos en aquel que es su único Salvador. Pero jamás debe interpretarse esta solicitud como si la Iglesia se acomodase a las cosas de este mundo o se resfriase el ardor con que ella espera a su Señor y el reino eterno.

Creemos en la vida eterna. Creemos que las almas de todos aquellos que mueren en la gracia de Cristo —tanto las que todavía deben ser purificadas con el fuego del purgatorio como las que son recibidas por Jesús en el paraíso en seguida que se separan del cuerpo, como el Buen Ladrón— constituyen el Pueblo de Dios después de la muerte, la cual será destruida totalmente el día de la resurrección, en el que estas almas se unirán con sus cuerpos.

Creemos que la multitud de aquellas almas que con Jesús y María se congregan en el paraíso, forma la Iglesia celeste, donde ellas, gozando de la bienaventuranza eterna, ven a Dios, como Él es y participan también, ciertamente en grado y modo diverso, juntamente con los santos ángeles, en el gobierno divino de las cosas, que ejerce Cristo glorificado, como quiera que interceden por nosotros y con su fraterna solicitud ayudan grandemente nuestra flaqueza.

Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, es decir, de los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una sola Iglesia; y creemos igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición el amor misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos a nuestras oraciones, como nos aseguró Jesús: pedid y recibiréis (cf. Lc 10,9-10; Jn 16,24). Profesando esta fe y apoyados en esta esperanza, esperamos la resurrección de los muertos y la vida del siglo venidero.

Bendito sea Dios, santo, santo, santo.

Amén.

----------
Esta solemne profesión de fe fue pronunciada por Su Santidad el Papa Pablo VI, el 30 de junio de 1968, al concluir el Año de la Fe proclamado con ocasión del XIX centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en Roma.

sábado, 29 de octubre de 2016

Credo de San Atanasio


Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantenga la fe Católica; el que no la guarde íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre.

Ahora bien, la fe católica es que veneremos a un solo Dios en la Trinidad, y a la Trinidad en la unidad; sin confundir las personas ni separar las sustancias. Porque una es la persona del Padre y el Hijo y otra (también) la del Espíritu Santo; pero el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola divinidad, gloria igual y coeterna majestad. Cual el Padre, tal el Hijo, increado (también) el Espíritu Santo; increado el Padre, increado el Hijo, increado (también) el Espíritu Santo; inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso (también) el Espíritu Santo; eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno (también) el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno, como no son tres increados ni tres inmensos, sino un solo increado y un solo inmenso. Igualmente, omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo no son tres omnipotentes, sino un solo omnipotente. Así Dios es el Padre, Dios es el Hijo, Dios es (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios; así, Señor es el Padre, Señor es el Hijo, Señor (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor; porque así como por la cristiana verdad somos compelidos a confesar como Dios y Señor a cada persona en particular; así la religión católica nos prohíbe decir tres dioses y señores. El Padre, por nadie fue hecho ni creado ni engendrado. El Hijo fue por solo el Padre, no hecho ni creado, sino engendrado. El Espíritu Santo, del Padre y del Hijo, no fue hecho ni creado, sino que procede.

Hay, consiguientemente, un solo Padre, no tres padres; un solo Hijo, no tres hijos; un solo Espíritu Santo, no tres espíritus santos; y en esta Trinidad, nada es antes ni después, nada mayor o menor, sino que las tres personas son entre sí coeternas y coiguales, de suerte que, como antes se ha dicho, en todo hay que venerar lo mismo la unidad de la Trinidad que la Trinidad en la unidad. El que quiera, pues, salvarse, así ha de sentir la Trinidad.

Pero es necesario para la eterna salvación creer también, fielmente, en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo. Es, pues, la fe recta que creemos y confesamos que nuestro Señor Jesucristo, hijo de Dios, es Dios y hombre. Es Dios engendrado de la sustancia del Padre antes de los siglos, y es hombre nacido de la madre en el siglo: perfecto Dios, perfecto hombre, subsistente de alma racional y de carne humana; igual al Padre según la divinidad, menor que el Padre según la humanidad. Mas aun cuando sea Dios y hombre, no son dos, sino un solo Cristo, y uno solo no por la conversión de la divinidad en la carne, sino por la asunción de la humanidad en Dios; uno absolutamente, no por confusión de la sustancia, sino por la unidad de la persona. Porque a la manera que el alma racional y la carne es un solo hombre; así Dios y el hombre son un solo Cristo. El cual padeció por nuestra salvación, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre omnipotente, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, y a su venida todos los hombres han de resucitar con sus cuerpos y dar cuenta de sus propios actos, y los que obraron bien, irán a la vida eterna; los que mal, al fuego eterno.

Esta es la fe católica y el que no la creyere fiel y firmemente no podrá salvarse.
----------
San Atanasio (297-373), fue Obispo de Alejandría y principal opositor a la herejía del arrianismo. Fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1568 por el Papa Pío V y su festividad se celebra el 2 de mayo.

Este Credo o Símbolo es conocido también como Quicumque (traducción al latín de las primeras palabras del mismo). Durante toda la Edad Media este Símbolo gozó de gran autoridad, a pesar de no haber sido redactado por ningún Concilio Ecuménico y se atribuyó a San Atanasio por estar inspirado en sus escritos y discursos.

Sin embargo, desde el siglo XVII ya no se atribuye a San Atanasio ya que, probablemente, se compuso entre los años 434-440 (fecha en que se compusieron los Excerpta Vincentii Lirinensis que son fuente de inspiración de este Credo) y el año 542 (fecha de la muerte de Césareo de Arlés que lo nombra en sus escritos).

Por tanto, hay dudas acerca del verdadero autor del Credo de San Atanasio o Quicumque, aunque San Vicente de Lérins o San Ambrosio de Milán son los que cuentan con más apoy
os.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Oración a San Pedro Nolasco


Oh, Señor, que has revestido de la caridad de Cristo a nuestro Padre San Pedro Nolasco, y por medio de la Virgen María lo has hecho mensajero de amor y de libertad para los cristianos cautivos, concédenos imitar su ejemplo para la liberación de todos los oprimidos y la edificación de tu Iglesia.

Amén.
----------
San Pedro Nolasco (1189-1245), fue el fundador de la Orden de la Virgen María de la Merced para la redención de los cristianos cautivos. Fue canonizado en 1628 y su festividad se celebra el 29 de enero.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Himno oficial del año santo de la Misericordia



Misericordes sicut Pater
Misericordes sicut Pater


Demos gracias al Padre, porque es bueno
in aeternum misericordia eius
Ha creado el mundo con sabiduría
in aeternum misericordia eius
Conduce a su pueblo en la historia
in aeternum misericordia eius
Perdona y acoge a sus hijos
in aeternum misericordia eius

Demos gracias al Hijo, luz de los pueblos
in aeternum misericordia eius
Nos ha amado con un corazón de carne
in aeternum misericordia eius
De Él recibimos todo, a Él nos donamos
in aeternum misericordia eius
Que el corazón se abra a quien tiene hambre y sed
in aeternum misericordia eius

Misericordes sicut Pater
Misericordes sicut Pater


Pidamos al Espíritu sus siete santos dones
in aeternum misericordia eius
Fuente de todo bien, dulcísimo alivio,
in aeternum misericordia eius
En Él nos consolamos, ofrezcamos consuelo
in aeternum misericordia eius
El amor espera y todo lo soporta
in aeternum misericordia eius

Pidamos la paz al Dios de toda paz
in aeternum misericordia eius
La tierra aguarda el Evangelio del Reino
in aeternum misericordia eius
La alegría y el perdón en el corazón de los pequeños
in aeternum misericordia eius
Se renovarán los cielos y la tierra
in aeternum misericordia eius

Misericordes sicut Pater
Misericordes sicut Pater

martes, 6 de septiembre de 2016

Cristo es la resurrección




Cristo es la resurrección, es la esperanza, el amor;
Cristo es la paz, es camino y verdad. Él es la vida.

Nos sintamos invitados a la mesa del Señor
Compartamos como hermanos el pan de comunión, el cáliz del amor.

Cristo es la resurrección, es la esperanza, el amor;
Cristo es la paz, es camino y verdad. Él es la vida.

El que come de este pan verá la eternidad, el que bebe de este cáliz verá la salvación, será virtud de Dios.

Cristo es la resurrección, es la esperanza, el amor;
Cristo es la paz, es camino y verdad. Él es la vida.

Nuestras vidas son caminos que van a la eternidad, nuestra muerte es solo un paso que acerca a la verdad.

Cristo es la resurrección, es la esperanza, el amor;
Cristo es la paz, es camino y verdad. Él es la vida.

El que cree en su palabra recibe la verdad, el que sigue su camino camina la ciudad, ciudad de eternidad.

Cristo es la resurrección, es la esperanza, el amor;
Cristo es la paz, es camino y verdad. Él es la vida.

viernes, 15 de julio de 2016

Oración por las vacaciones de verano


Señor Jesús, tú dijiste a tus discípulos
"venid conmigo a un lugar apartado y descansad un poco",
te pedimos por nuestras vacaciones.

El afán de cada día multiplica nuestra vida
de quehaceres, urgencias, agobios, prisas e impaciencias.
Necesitamos el reposo y sosiego.
Necesitamos la paz y el diálogo.
Necesitamos el encuentro y la ternura.
Necesitamos la oxigenación del cuerpo y del alma.
Necesitamos descansar.
Necesitamos las vacaciones.

Bendice, Señor, nuestras vacaciones.
Haz que sean tiempo fecundo para la vida de familia,
para el encuentro con nosotros mismos y con los demás,
para la brisa suave de la amistad y del diálogo,
para el ejercicio físico que siempre rejuvenece,
para la lectura que siempre enriquece,
para las visitas culturales que siempre abren horizontes,
para la fiesta auténtica que llena el corazón del hombre.

Haz que nuestras vacaciones de verano sean un tiempo santo
para nuestra búsqueda constante de ti,
para el reencuentro con nuestras raíces cristianas,
para los espacios de oración y reflexión,
para compartir la fe y el testimonio,
para la práctica de tu Ley y la de tu Iglesia,
para la escucha de tu Palabra,
para participar en la mesa de tu Eucaristía.

Tú vienes siempre a nosotros.
Tus caminos buscan siempre los nuestros.
Haz que en las vacaciones de verano,
sepamos remar mar adentro y te encontremos a ti,
el Pescador, el Pastor, el Salvador, el Hermano, el Amigo,
y encontremos a nuestros hermanos.
Juntos realizaremos la gran travesía de nuestras vidas.

En tu nombre, Señor,
también en vacaciones,
quiero estar dispuesto a remar mar adentro.
Ayúdame. Te necesito, también en este tiempo.

Amén.

jueves, 7 de julio de 2016

Oración a San Fermín


Glorioso mártir San Fermín,
por el gran amor que has tenido a Jesús y a María,
alcánzanos la gloria de conocer,
amar y servir a Dios como tú lo hiciste.

Por la singular limpieza de corazón y alma con que viviste,
enséñanos a huir de todo pecado.

Por la confianza que tuviste en Dios,
enséñanos a aceptar siempre su voluntad.

Por tu dichosa muerte,
alcánzanos la gracia de vivir y morir cristianamente
amando la cruz hasta el final.

Aquí se hace la petición.

Oh Dios, que nos has dado en el glorioso mártir San Fermín,
un insigne defensor de la fe católica,
concédenos la gracia de predicar el Evangelio como él hizo,
llevando una vida intachable, humilde,
de acuerdo con el mensaje de la fe y amor que anunciamos.

Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

San Fermín, ¡ruega por nosotros!
----------
San Fermín nació en Pamplona (España) en el año 272 y murió mártir en Amiens (Francia) en el año 303 por negarse a dejar de predicar la fe cristiana. Fue el primer obispo de dicha localidad francesa. La festividad de San Fermín se celebra el 7 de julio.


domingo, 26 de junio de 2016

Libertador de Nazaret


Libertador de Nazaret, ven junto a mí, ven junto a mí
Libertador de Nazaret, ¿qué puedo hacer sin ti?

Yo sé que eres camino, que eres la vida y la verdad,
yo sé que quien te sigue sabe a dónde va.
Quiero vivir tu vida, seguir tus huellas, tener tu luz,
quiero beber tu cáliz, quiero llevar tu cruz.

Libertador de Nazaret, ven junto a mí, ven junto a mí
Libertador de Nazaret, ¿qué puedo hacer sin ti?

Quiero encender mi fuego, alumbrar mi vida y seguirte a ti.
Quiero escucharte siempre, quiero luchar por ti.
Busco un mensaje nuevo, te necesito libertador,
no puedo estar sin rumbo, no puedo estar sin Dios.

Libertador de Nazaret, ven junto a mí, ven junto a mí
Libertador de Nazaret, ¿qué puedo hacer sin ti?

sábado, 21 de mayo de 2016

Oración a San Juan


Señor Jesús, que nos diste como mandamiento nuevo el amor,
te pedimos que, a ejemplo de san Juan Evangelista,
tu discípulo amado, te amemos sin temor e incondicionalmente,
aún cuando por ser tus discípulos el mundo nos persiga y condene.

Te lo pedimos a ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.
----------
La festividad de San Juan, apóstol y evangelista, se celebra el 27 de diciembre.

viernes, 20 de mayo de 2016

Oración a San Lucas


¡Oh, Dios, que sanas las enfermedades de tu pueblo y que llamaste a Lucas, el médico, amado, para que fuese uno de tus evangelistas!

Concédenos que en la saludable doctrina de tu Palabra transmitida por él, hallen nuestras almas la medicina eficaz para todas sus dolencias.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.
----------
La festividad de San Lucas, evangelista, se celebra el 18 de octubre.

domingo, 8 de mayo de 2016

Oración a San Marcos


Dios Todopoderoso que te revelas amorosamente a los hombres por medio de hechos y palabras, te pedimos por la intercesión de San Marcos evangelista que, meditando la buena nueva del Evangelio, sigamos el ejemplo de Jesucristo, la Palabra hecha carne en el seno de María.

Tú que aprendiste de los discípulos de Jesús y te sientas junto a ellos en el reino celestial, tan cerca de Dios, invitado por tus obras en la tierra, por favor, llévame por el camino de la verdad.

Amén.
----------
La festividad de San Marcos, evangelista, se celebra el 25 de abril.

lunes, 2 de mayo de 2016

Oración a San Mateo


Dios, que por la boca de tu bendito Hijo llamaste a Mateo del banco de los tributos, para que de publicano se convirtiese en apóstol y evangelista, danos gracia para renunciar a toda avaricia y desordenado deseo de riquezas y para seguir al mismo Jesucristo, tu Hijo, que en unidad del Espíritu Santo, vive y reina contigo eternamente.

Amén.
----------
La festividad de San Mateo, apóstol y evangelista, se celebra el 21 de septiembre.

sábado, 16 de abril de 2016

Novena en honor de Santa Maravillas de Jesús

Todos los días se hace, en primer lugar, la señal de la Cruz y, a continuación, el Acto de contrición:

Por la señal
de la Santa Cruz
de nuestros enemigos
líbranos Señor, Dios nuestro.
En el nombre del Padre
y del Hijo
y del Espíritu Santo.

Amén.

Señor mío Jesucristo,
Dios y hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío.

Por ser Tú quién eres, Bondad infinita,
y porque te amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón haberte ofendido.

También me pesa que puedas castigarme
con las penas del infierno.

Ayudado de tu divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar,
confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.

Amén.

Día primero

La Madre Maravillas comprendió el amor inmenso que nos ha tenido el Corazón de Jesús al quedarse con nosotros en el Santísimo Sacramento:

"El Señor se ha quedado aquí en el Sagrario para que le amemos, le imitemos, para ser nuestra fortaleza y nuestro consuelo. Para que viva Cristo en mí y yo en Él".

Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, ten piedad de nosotros y concédenos, por intercesión de Santa Maravillas de Jesús, la gracia que humildemente te pedimos, si es tu voluntad y para tu gloria.

Día segundo

La Madre Maravillas aprendió en el Corazón de Jesús a amar a la Santísima Virgen María:

"¡Qué dicha es tener a María por Madre! No pierda tan dulce compañía, que con Ella está siempre Jesús. Ella lo comprende todo, atiende a todo, lo suaviza todo".

Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Santísima Virgen, ten piedad de nosotros y concédenos, por intercesión de Santa Maravillas de Jesús, la gracia que humildemente te pedimos, si es tu voluntad y para tu gloria.

Día tercero

La Madre Maravillas aprendió en el Corazón de Jesús a confiar enteramente en su misericordia:

"Bendito sea el Señor, que no tiene en cuenta nuestras miserias para obrar conforme a su infinita misericordia".

Corazón de Jesús, paciente y misericordiosísimo, ten piedad de nosotros y concédenos, por intercesión de Santa Maravillas de Jesús, la gracia que humildemente te pedimos, si es tu voluntad y para tu gloria.

Día cuarto

La Madre Maravillas halló en el Corazón de Jesús el consuelo a todos los sufrimientos:

"Realmente, las penas sin la fe deben de ser imposibles de sufrir, pero con ella todo cambia, por doloroso que sea, viendo que Quien lo permite es Quien nos ama infinitamente".

Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo, ten piedad de nosotros y concédenos, por intercesión de Santa Maravillas de Jesús, la gracia que humildemente te pedimos, si es tu voluntad y para tu gloria.

Día quinto
 
La Madre Maravillas aprendió en el Corazón de Jesús la perfecta obediencia a la voluntad del Padre:

"El Señor me pedía que me abandonase del todo, que lo aceptase todo..., sin querer entender, saber ni ver, apoyada confiadamente en la obediencia".

Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, ten piedad de nosotros y concédenos, por intercesión de Santa Maravillas de Jesús, la gracia que humildemente te pedimos, si es tu voluntad y para tu gloria.

Día sexto

La Madre Maravillas aprendió en el Corazón de Jesús el verdadero amor al prójimo:

"Me pareció entender que quería el Señor fuese muy delicada en la caridad y me consagrase toda a ella. ¡Qué verdad es que la caridad une los corazones!".

Corazón de Jesús, rico para con todos los que te invocan, ten piedad de nosotros y concédenos, por intercesión de Santa Maravillas de Jesús, la gracia que humildemente te pedimos, si es tu voluntad y para tu gloria.

Día séptimo

La Madre Maravillas aprendió en el Corazón de Jesús la perseverancia en la oración:

"El Señor es el único que puede tocar los corazones, y la oración nunca deja de ser escuchada".

Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, ten piedad de nosotros y concédenos, por intercesión de Santa Maravillas de Jesús, la gracia que humildemente te pedimos, si es tu voluntad y para tu gloria.

Día octavo

La Madre Maravillas aprendió en el Corazón de Jesús la verdadera alegría cristiana:

"¡Qué felices somos, queriendo de verdad lo que Él quiere, y no ocupándonos más que de amarle y de decirle a todo que sí!".

Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, ten piedad de nosotros y concédenos, por intercesión de Santa Maravillas de Jesús, la gracia que humildemente te pedimos, si es tu voluntad y para tu gloria.

Día noveno

La Madre Maravillas aprendió en el Corazón de Jesús a amar intensamente la cruz:

"¡Bendita cruz! En el Cielo veremos la providencia amorosísima con que nos la manda el Señor, aunque aquí no lo entendamos. Pongamos el hombro para ayudar al Señor a llevar la cruz, ahora que tantos suyos le dejan".

Corazón de Jesús, esperanza de los que mueren en ti, ten piedad de nosotros y concédenos, por intercesión de Santa Maravillas de Jesús, la gracia que humildemente te pedimos, si es tu voluntad y para tu gloria.
----------
La Madre Maravillas de Jesús nació en Madrid el 4 de noviembre de 1891. Ingresó en las Carmelitas Descalzas de El Escorial (Madrid, España), el 12 de octubre de 1919. En 1924, apremiada por una inspiración divina, funda un Carmelo en el Cerro de los Ángeles, junto al monumento del Corazón de Jesús. A esta fundación siguieron otras diez, una de las cuales fue en la India. Sintiendo verdadera pasión y celo por la gloria de Dios, se entregó generosamente por la salvación de las almas.

Maravillas de Jesús fue un alma profundamente mística, alcanzando una extraordinaria experiencia de la unión con Dios. Desde su clausura, y viviendo una extremada pobreza, socorrió a los necesitados, fomentando iniciativas apostólicas y obras sociales y caritativas. Ayudó de manera particular a su Orden, a los sacerdotes y a diversas congregaciones religiosas.

Murió en el Carmelo de La Aldehuela (Madrid, España), el 11 de diciembre de 1974. Su Santidad el Papa Juan Pablo II la beatificó en Roma, el 10 de mayo de 1998 y la canonizó en Madrid, el 4 de mayo de 2003.

La Santa Maravillas de Jesús decía: "Es de veras un dolor que se pase la vida sin procurar imitar a Cristo".

Ver también:

Oración a la Santa Madre Maravillas de Jesús.

Oración a la Santísima Virgen por intercesión de Santa Maravillas de Jesús.




martes, 22 de marzo de 2016

Si me falta el amor


Aunque yo dominara las lenguas arcanas
y el lenguaje del cielo supiera expresar,
solamente sería una hueca campana
si me falta el amor.

Si me falta el amor,
no me sirve de nada.
Si me falta el amor,
nada soy.

Si me falta el amor,
no me sirve de nada.
Si me falta el amor,
nada soy.

Aunque todos mis bienes dejase a los pobres
y mi cuerpo en el fuego quisiera inmolar,
todo aquello sería una inútil hazaña
si me falta el amor.

Si me falta el amor,
no me sirve de nada.
Si me falta el amor,
nada soy.

Si me falta el amor,
no me sirve de nada.
Si me falta el amor,
nada soy.

Aunque yo desvelase los grandes misterios
y mi fe las montañas pudiera mover,
no tendría valor, ni me sirve de nada
si me falta el amor.

Si me falta el amor,
no me sirve de nada.
Si me falta el amor,
nada soy.

Si me falta el amor,
no me sirve de nada.
Si me falta el amor,
nada soy.

lunes, 21 de marzo de 2016

A ti levanto mis ojos


A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
A ti levanto mis ojos,
porque espero tu misericordia.

Como están los ojos de los esclavos,
fijos en las manos de sus señores,
así están nuestros ojos en el Señor,
esperando su misericordia.

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
A ti levanto mis ojos,
porque espero tu misericordia.

Misericordia Señor, misericordia,
que estamos saciados de burlas;
misericordia Señor, misericordia
que estamos saciados de desprecios.

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
A ti levanto mis ojos,
porque espero tu misericordia.

Nuestra alma esta saciada
del sarcasmo de los satisfechos;
nuestra alma esta saciada
del desprecio de los orgullosos.

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
A ti levanto mis ojos,
porque espero tu misericordia.

----------
Es un canto de Miguel Manzano basado en el Salmo 123 (122).

viernes, 18 de marzo de 2016

Himno del 50 aniversario de la Parroquia Santa María del Monte Carmelo


Parroquia del Monte Carmelo
que un día Jesucristo levantó:
pues somos piedras vivas,
cantemos a su augusto corazón.

Cincuenta son los años
andados como Pueblo del Señor,
compartiendo la vida,
la fe la esperanza y el amor.

En esta Eucaristía,
memoria de la entrega de Jesús,
fervientes gracias demos
a Aquel que es nuestra vida y nuestra luz.

Oyendo su palabra,
guardándola en nuestro corazón,
cuantiosos frutos demos
de amor, de paz y reconciliación.

Unidos a María,
la Madre que Jesús nos entregó,
vayamos confiados
siguiendo los caminos del Señor.

La gloria por los siglos
al Padre, al Hijo, Espíritu de Amor;
honor y alabanza
por siempre, eternamente, a nuestro Dios.
----------
La Parroquia Santa María del Monte Carmelo está en la calle Ayala 37, 28001 Madrid (España). Fue erigida en 1965 y bendecida en la Cuaresma de 1966, por Monseñor Casimiro Morcillo González, primer Arzobispo que tuvo la ciudad de Madrid.