lunes, 15 de julio de 2013

Oración a Jesucristo (escrita por Monseñor Francisco José Pérez y Fernández-Golfín)


Señor mío Jesucristo, alegría de mi juventud, único ideal de mi vida, perfección absoluta, verdad total, hermano mío y amigo mío.

Eres el Hijo de Dios, el Inmenso, el Eterno, el Infinito, Creador de los ángeles y las estrellas, Providencia del mundo, Rey del tiempo y del espacio, Señor de la vida y de la muerte.


Eres el Hijo de la Virgen María, el más hermoso de los hijos de los hombres, el cabal adorador del Padre, el Maestro de la única sabiduría, la Víctima de los pecados del mundo, el Buen Pastor, la Carne que da vida, el perdonador, el santificador.


Estuviste con nosotros y te fuiste a la diestra del Padre; primogénito de los resucitados, soberano triunfador, repartidor de la claridad beatífica, constante intercesor en nuestro provecho, adelantado que nos preparas lugar, Señor que volverás a llevarnos contigo.


Pero, a la vez, te quedaste con nosotros, en el misterio permanente de la santa Iglesia; en la infalibilidad que nos transmite el mensaje, en la eficacia que nos reparte tu gracia, en la presencia de los que nos rigen en tu nombre, en los velos del pan y el vino de los altares, en el fondo de las almas puras.

Yo quiero, Señor, porque tuviste la bondad inmensa de elegirme entre millares, consagrarme plenamente a tu tarea en el mundo.


A tu Evangelio, a tu imitación, a tus afanes de buscar pecadores, a tus sufrimientos, a la obra universal de salvación.

Aspiro, Señor, a ser como Tú. Maestro, Sacerdote, Pastor del pueblo cristiano. A representarte entre los hombres, llevándoles tu pensamiento, tu amor, tu solicitud por sus almas.


A ser para ellos camino, verdad, vida. A trascender toda otra preocupación temporal; por encima del dinero, del bienestar, del poder, de los aplausos, del triunfo.

A ser Tú mismo, el de las palabras que orientan, el de los ejemplos que arrastran, el de los poderes que arrancan del mal, el de los sufrimientos que redimen, el de la esperanza que siembra el gozo pleno.

Para eso, Señor, hazme pura luz sin tiniebla, mansedumbre humilde, desinterés total, obediencia rendida, paz cumplida, olvido de mí mismo, hambre y sed de justicia.

Hazme como quieres que yo sea, para que pueda presentarme en tu nombre en el altar, en la cátedra santa, en la profesión de la vida, en la plaza pública y en la intimidad.


Hazme a ti mismo, Jesús, en mi silueta exterior, en mi mentalidad, en mi sensibilidad, en mi voluntad, en mi libertad.


Para que por mí seas Tú glorificado, con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

Amén.
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En este blog también se encuentra la oración a Monseñor Francisco José Pérez y Fernández-Golfín (para la devoción privada).